Relación entre nuestras emociones y el sistema digestivo

¿POR QUE SE DICE QUE NUESTRO SISTEMA DIGESTIVO ES NUESTRO «SEGUNDO CEREBRO»?

Entre nuestro cerebro y nuestro intestino existe una conexión primaria. Muchas veces hablamos de “instintos viscerales”, de “reacciones viscerales”, de que algo “nos revuelve las tripas”, nos preguntamos “qué tripa se le habrá roto” a alguien o de una persona cruel decimos que “no tiene entrañas”. Esta relación entre cerebro e intestinos no es solo metafórica. Nuestro cerebro y nuestro sistema digestivo están conectados por una extensa red de neuronas y un tráfico constante de sustancias químicas y hormonas que proporcionan información sobre lo hambrientos que estamos, si sufrimos estrés o no o si hemos ingerido algún microbio causante de enfermedades.

Esta superautopista de información se denomina eje cerebro-intestinal y proporciona información continua y actualizada sobre como van las cosas en ambos extremos. La sensación de aflicción o angustia en la boca del estomago cuando miramos el recibo de la tarjeta de crédito al volver de vacaciones es un ejemplo de cómo funciona esa conexión entre cerebro y aparto digestivo. Cuando estamos estresados, nuestro intestino lo sabe de inmediato.
Al sistema nervioso entérico se lo denomina muchas veces segundo cerebro de nuestro cuerpo. Cientos de millones de neuronas conectan el cerebro con nuestro sistema nervioso entérico, la parte del sistema nervioso encargada de controlar el aparto digestivo. Esta enorme red de conexiones supervisa el tubo digestivo en su totalidad, desde el esófago hasta el ano.

El sistema nervioso entérico es tan extenso que puede funcionar como una entidad independiente sin que intervenga el sistema nervioso central pese a estar ambos en constante comunicación. Aunque nuestro “segundo cerebro” no es capaz de componer una sinfonía ni pintar una obra maestra, como sí puede hacerlo el cerebro que tenemos en la cabeza, desempeña un papel relevante en la gestión de las actividades que se llevan a cabo en nuestro tubo interior. La red de neuronas del intestino es tan abundante y compleja como la de nuestra médula espinal, lo que puede parecer algo exagerado si lo único que tiene que hacer es supervisar la digestión. ¿Por qué necesita nuestro intestino tener su propio “cerebro”? ¿O podría ser que una de las tareas de nuestro segundo cerebro sea escuchar a los billones de microbios que residen en el intestino?-

«Existen ciertos neurotransmisores (que podríamos decir que son las «palabras» que dicen las neuronas, o la comunicación de las neuronas entre sí) que se encuentran tanto en células del intestino como del cerebro. Un neurotransmisor fundamental es la serotonina, que es la hormona que está relacionada con el bienestar, el comportamiento, la actividad sexual y el sueño; si bien la tenemos en el cerebro y está muy asociada a los trastornos de ansiedad y depresivos, también está en el intestino: hay mucha más serotonina en el intestino que en el cerebro. El 90% de la serotonina corporal total se sintetiza en el intestino y tiene implicancia directa en síntomas gastrointestinales. En este sentido, nuestra dieta es importante, porque esta serotonina se forma a partir de una sustancia que se llama triptófano, un aminoácido esencial, que solo se obtiene a través de la alimentación. Ahí empezamos a ver la relación entre el cerebro, el intestino y la dieta.»

 

Es importante aclarar que en muchos casos (si no es en todos) debemos enfocar el tratamiento desde la transdisciplina, que puedan comprender a la persona desde la globalidad: Nutición, Psicología, medicina, kinesiologia, entre otros.

 

Cita Biliográfica:

+ El intestino felíz, de Justin & Erica Sonnenburg

+ Palabras de Marcos Asade. Psiquiatra del Hospital de Gastroenterología Dr. Bonorino Udaondo y Director del Centro de Gastropsiquiatría y Gastropsicología.